Algunos paisajes pueden convertirse radicalmente con los cambios de estación y ese es el caso de La Gran Sabana. En verano es la época de los cielos azules, los tepuyes se muestran impúdicos, los ríos bajan la guardia y se tornan dóciles, accesibles, los excursionistas son felices ante el horizonte despejado y los puri puris cogen mínimo. También es la pesarosa época de las quemas.
En invierno todo cambia. La sabana se pone verde clarito, brillante, los chaguaramos se inundan, los ríos despliegan su poder, los puri puri se desperezan hambrientos y los tepuyes dejan la coquetería para ponerse a trabajar en la producción de agua y más agua para esa inmensidad sedienta.
Son dos espectáculos disímiles. Fascinantes ambos. Yo acabo de llegar de esa sabana lluviosa y verdecita, andaba con mi madrecita y mi primo en la de trabajadera de la guía. Como fue un viaje largo lo dividiré en varios post cortos, temáticos, con sus foticos.
Esta vez quiero que vean el salto del Río Yuruaní en su máxima expresión, porque yo jamás había presenciado en él esta demostración de fuerza , igual me asombré con el Salto Kamá, el Kawi y Salto Paraíso. Insólitos. De ríachuelos silvestres y mansos pasan a convertirse en bestias que reparten vida oxigenada.
Sí es verdad que no es la mejor época para ver los tepuyes, pero si tienes la suerte de que se despejen, los ves chorreando de cascadas por todas las paredes en su habitual faena de regar la sabana y te consuelas con extraordinarios baños de río que incluyen masajes en algunos salticos pequeños. En las pozas te puedes lanzar de cabeza y nadar con cancha y por toda la sabana se ven los dedos de agua paseando por la inmensidad y pintando de fresco el paisaje y en las mañanas la neblina cubre de rocío cada matica.
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