Hay viajes que se hacen una vez y se dan por vistos. No necesariamente porque no la pasaras bien o no te gustara, pero sabes que lo más probable es que no vuelvas. Te despides contento y dices adiós. Hay otros que sabes que repetirás, no una, muchas veces. Son viajes que fascinan sin saciar, que te dejan sediento de más. A mí me pasa eso con Paria, esa tierra donde amanece Venezuela, donde el mar le lame los pies a la selva, donde la leyenda habla de cascadas que caen al mar. Paria me seduce como un amante adictivo. Cada vez que voy me quedo con ganas de ver más, de ir más allá, de volver, volver y volver. Me torna insaciable.
Cuando recibí, en Mérida, una llamada de Tamarita para decirme que se estaba armando grupo para Uquire, confirmé en el acto sin saber fecha, grupo que asistiría, ni monto acordado. Yo iba y punto.
Enseguida le dije a Fede más como una orden que como una sugerencia, sus ojitos miopes que deliran con los encantos naturales tenían que ver eso que se esconde más allá de las carreteras de tierra. Fede tenía que conocer Paria profunda.
Arrancamos a Río Caribe un día de semana y en la noche estábamos en casa de Tamara y Juan cenando y acomodando peroles para viajar al día siguiente. Felices, emocionados, expectantes.
Arrancamos de Río Caribe temprano en la mañana montados en un camioncito abarrotado de gente, comida y peroles hasta San Juan de las Galdonas. Mientras unos caleteaban equipaje a las embarcaciones del Capitán Botuto, otros comprábamos y comíamos de las mejores empanadas de la vida con vista al mar. El comentario que se robaba todas las conversaciones era el absoluto asombro ante la placidez del mar. Paria es tierra de mar rizado que golpea las piedras y revuelve la arena, sin embargo, como si fuera magia, como si se lo hubiésemos rogado a los dioses con ceremonias estrafalarias, el mar pariano dejaba ver su lado más sumiso pintado de verde esmeralda. La calma chicha o calma blanca le dicen los navegantes. Un regalo para el grupo de seres que iba a navegarse enterita la península de Paria hasta llegar al promontorio.
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