LAS TORTUGAS DE QUEREPARE
La primera vez que fui a Querepare estaba con mi mamá y nuestra amiga común -primero suya y yo la adopté- Tamara Rodriguez. Tamarita es periodista y cheff, vive en Río Caribe y se sabía el cuento de que había unos biólogos en una playita antes de Las Galdonas fajados tratando de salvar tortugas marinas. Nos fuimos para allá. No se me olvida lo romántico de la escena, Hedelvy, la mamá tortuga y varios biólogos entre venezolanos y latinoamericanos trabajando en conjunto con voluntarios de la comunidad. Despelucados, entregados, felices. Esa noche vimos cuatro tortugas anidar, la que más me impresionó fue la segunda: una tortuga Laud cuyo caparazón medía 1.98mts. Recuerdo que cuando comenzó a poner los huevos me dejaron acercarme más, ella estaba en trance y ni me sentía. Su cabeza era enorme, la levantaba suavemente y hacía extraños sonidos guturales. Ese momento me marcó.
La segunda vez fui con Fede a ver tortuguitas nacer. Fue hermoso, no exactamente lo que me esperaba, porque en lugar de verlas salir de la arena, vi a Leila, una bióloga argentina, excavar en busca de los tortuguillos que se habían quedado atrás. Eso se llama hacer una exhumación y se hace dos días después de la eclosión natural de los huevitos. Igual fue conmovedor ver a estos animalitos correr en frenesí natatorio y perderse en la inmensidad del mar.
Pero la tercera vez, definitivamente, es la vencida. Ando fajada con mi proyecto de hacer un libro con 7 relatos Al Aire Libre y el proyecto CICTMAR (Centro de Investigación y Conservación de Tortugas Marinas) en Paria, no podía faltar. Hablé por teléfono con Hedelvy y me dijo que los patrullajes para ver tortugas anidar se terminaban el 15 de Junio. Era 9 y yo había llegado hace dos días de pasarme tres semanas en California. No importó nada, era esta la oportunidad de oro para, en un mismo viaje, ver tortugas enormes anidar y tortuguillos frágiles asomar sus cabecitas a ras de la arena y correr hacia el mar. No me lo pensé mucho y a Fede no cuesta nada convencerlo de agarrar carretera.
El domingo 12 estábamos saliendo de Caracas tempranito en la mañana con encargos de Hedelvy para llevar a Paria, instrucciones específicas para el uso de la casa de los biólogos y toda la ilusión del mundo. Llegamos a Río Caribe en la tarde, hablamos con Kaela, una hermosa "mamá tortuga" local que nos hizo reflexionar muchísimo. Kaela nos contó que la comunidad ya ha tomado conciencia y protege a las tortugas, que el problema seguimos siendo los visitantes que no entendemos las normas, que queremos molestarlas con el flash de la cámara, poner música altísimo y meter los carros en la playa. El ecoturismo se plantea como una posibilidad sustentable para salvar a este proyecto, pero con turistas que no aprecian la oportunidad de recibir a una tortuga en la playa, y no entienden la solemnidad del momento, estamos lejos de lograrlo.
ultima vez que intento dejar un comentario aqui
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