No ha terminado de calentar el sol cuando un escándalo asalta la zona. Todos los días. A la misma hora. Adoraría saber qué es lo que se dicen las guacamayas desde tan temprano con semejante euforia. Se darán los buenos días, comentarán el clima, dilucidarán el menú, resolverán cuitas. Las mañanas sobre todo, pero también las tardes. Todo parece indicar que el ciclo solar las alebresta. No quiere decir que estén vetados los arrebatos a pleno mediodía, pero suelen ser respetuosas de sus horarios y guardan sus más sonoros chillidos para la salida y la puesta del sol.
Cuando vivía en Los Palos Grandes las veía de vez en cuando, pero desde que me mudé a Sebucán -justo entre El Ávila y El Parque del Este- soy vecina afable de un grupete de guacamayas maracaná. Tras investigar un poco, he llegado a la feliz conclusión de que dos de ellas anidan en el cadaver de chaguaramo del edificio de enfrente. Las veo en las mañanas con sus cabecitas verdes asomándose en lo más alto del agujero, pasean por los árboles, se encaraman en el chaguaramo de al lado que aún conserva una abundante melena, discuten y se apurruñan. Es una maravilla que conmueve profundamente mi cotidianidad.
El tema es que de algo malo, puede surgir algo positivo. Caracas está entre las primeros 5 ciudades del mundo en diversidad de psitácidos. La sublime ironía es que esta urbe que derrama sangre humana con desgarradora destreza, resulta segura para los loros y las guacamayas. Sí, segura y Caracas pueden coexistir en una misma frase. Insólito.
Para los psitácidos Caracas es un paraíso en el que escacean los depredadores naturales, les provee sitios de anidación más seguros, abunda el alimento y la correlación entre la cantidad de árboles y la proporción de emplumados es positiva. Estas aves de colores se alimentan de unas 20 especies de plantas y 14 de ellas son nativas. Una razón más para sembrar almendrones, mangos y pomagás. Una razón más para proteger al Ávila, al Parque del Este, para fomentar la construcción de zonas verdes, para querer convertir a La Carlota en un súper parque, para no permitir que talen el árbol de tu edificio sólo porque le tapa la vista a un vecino, para indignarse por el ecocidio que se perpetra en los alrededores de La Guairita. Si Caracas es segura para "alguien", hay que hacer todo lo posible para que no decidan irse ellos también.
Pero estudiarlas le ha resultado a Malú más complicado de lo que pensaba, ha logrado recolectar algunos datos de población y comportamiento, pero no son suficientes para conocer realmente el fenómeno de los psitácidos de Caracas y en base a ello ayudarlos a establecer su estadía en la urbe.
Por ello se le ocurrió valerse de la tecnología y crear una base de datos virtual. Si ustedes también ver loritos y guacamayas cerca de casa o el trabajo, entren AQUÍ y repórtenlos. Le harán un gran favor a estos animalitos. Los únicos seres que logran sentirse seguros en Caracas.
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